Fueron a despedirme las amapolas

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Ellas no me lo dijeron para que no me molestase, porque no quiero que muevan su delicada y estilosa figura para saludarme. Pero yo sé que dejaron momentáneamente su campo de lanzas verdes para decirme adiós. Abandonaron su alfombra ondulante y glauca, pero de lanzas, mientras éstas soñaban que Helios doraba sus
picas. No me dijeron nada, pero sé que aprovecharon ese sueño azul de las alabardas y con sus caras encarnadas, sus pestañas azabaches y su elegante paso, llegaron hasta el borde de la vía por donde iba a pasar yo. Las vi lozanas, entusiasmadas, trémulas. Alguna se atrevió a flirtear con una sonrisa de luna oriental y una mirada intensa de enamorada. Me despedí, las besé y me sonrojé como ellas. Sus perfumes me acompañan. Yo les dediqué una sonrisa cómplice que ellas entendieron. Me alejé, con el alma más grande y el corazón más pequeño, entre los olivos y las hierbas primaverales que nos observaban y sentían un instante de felicidad sureña.


Fueron a despedirme las amapolas.(c) Antonio Portillo Casado

(Del poemario SINGLADURAS. NOV 2016):


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